Hace aproximadamente 20 min. Sufri mi primer intento de
asalto. Regresaba en mi bicicleta de dar mi clase de kendo en el Tecnológico de
Monterrey en chihuahua; eran casi las 10:00pm. Subía por lo mas bajo de la
calle sicómoro, la cual en esa parte esta muy poco transitada y no muy bien
iluminada. Casi llegando a la Av. De las
industrias cuando una pareja en motocicleta se me acerca desde a tras y se pone
a lado mi mientras avanzaba y el que la conducía me grita, y sito textualmente:
¡Párate PUTO… órale, oríllate! Con la poca luz pude ver su rostro y a su
acompañante que llevaba casco, y por mero instinto pedalee con fuerza sin
detenerme; al mirar al frente vi que se acercaban algunos autos así que grite
pidiendo auxilio y haciendo todo el escándalo que pude. Al ver esto los
asaltantes se alejaron y huyeron a toda velocidad. Seguí pedaleando con fuerza
sin detenerme y sin quitar la vista de esos dos por si daban la vuelta, pero
desaparecieron en la sombra de la calle. Con miedo que no me apena admitir, pedalee
como loco y miraba a todos lados esperando que no me hubieran seguido y no descanse
hasta estar en la puerta de mi casa. Al entrar jadeante, abrace a mi madre lo más
fuerte que pude y le conté lo sucedido.
Quizás se pregunten muchas cosas. Los que me conocen y saben
que soy practicante de kendo se preguntaran ¿Por qué demonios no me defendí y
les di la paliza de su viada a esos cabrones? Fácil, no hubiera podido. Como ya
dije iba en mi bicicleta, con mi equipo de kendo en la parrilla y mis espadas
de madera colgadas a la espalda, en su bolsa bien cerrada, no habría podido
sacarlas a tiempo para defenderme. De hecho dudo que el más experimentado
maestro de defensa personal hubiera podido hacer algo en las mismas
circunstancias.
Otro quizás se preguntes en que pensaba mientras huía en mi
bicicleta a todo lo que daban mis piernas. Por increíble que parezca, no pensé
en mi familia o mis seres queridos, mucho menos me encomendé a dios y a todos
sus Ángeles. Mi mente estaba concentrada en dos cosas, pedalear y mantenerse
alerta por si volvían a aparecer. El imaginar que pudieran dispararme mientras
estaban a mis espaldas me hizo encogerme para dificultarles el blanco. Se que
no parece realista, pero es la verdad.
Esta noche aprendí 2 dos cosas: el refrán “La ocasión hace al Ladrón” es
absolutamente cierto y que nunca volveré a tomar una calle tan solitaria a
altas horas de la noche.
No doy gracias a dios de haber salido y ileso, porque no fue
el quien me saco de este predicamento. Agradezco a la condición física que me
ha dado el kendo, son ella me hubiera sido imposible escapar como lo hice y al
sabio consejo de mi sensei, el Sr. Enrique Macias, quien me dijo cuando recién
iniciaba en este arte marcial “No importa
que tan preparado te sientas, la mejor opción generalmente es correr”.
Buenas noches, y mucho cuidado.